sábado, 10 de marzo de 2018

Lo que es realmente el feminismo

María Teresa González analiza lo que es realmente el feminismo, y el gran tabú que se produce hoy.
Artículo de Disidentia: 
Menuda pregunta, la de de qué es el feminismo. En principio, no parece que haya dificultad en contestarla. “Feminismo” sería, así lo entiendo una lucha, en términos democráticos, por la igualdad entre mujeres y hombres. Por tanto, dentro del feminismo cabrían mujeres y hombres feministas.
Pero existe otra variante del feminismo, aquella que alaba unos biotipos sexuales determinados. Señalo la pujanza de una nueva bioideología porque más allá de sus ataques, sin concesiones, al “heteropatriarcado” la retórica binaria “amigo/enemigo” que manejan no se corresponde a veces con los hechos. P. e., la violencia sexual habita, también hasta niveles asesinos, entre parejas del mismo sexo, sin olvidar que en no pocos lugares abuelas, madres, tías… ejercen, incluso con trozos de vidrio, el papel de extirpadoras de clítoris.

¿La guerra de los sexos?

Hay sectores de la sociedad, de distinto signo e inspiración, que tratan de proteger al sexo femenino y convertir a este en parte esencial de sus preocupaciones. Por estos derroteros existe el feminismo comunista, el feminismo liberal, el feminismo cristiano, el feminismo islámico, entre otros. Lo cual embrolla el tema que tratamos ya que, lejos de las apariencias, el feminismo no constituye un bloque ideológico unitario.
Recuérdese la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín, de donde surgiría la famosa filosofía de “género”. En dicha reunión las legaciones de algunos países de Sudamérica junto a las delegadas de los estados islámicos discreparon de las feministas de Naciones Unidas, organizadoras del evento pequinés, al oponerse a las políticas de educación sexual, planificación y control de la fecundidad, aborto, etc.
Entretanto, y dejando aparte las diferencias que separan a  distintos países, en Occidente ha prendido la querella entre los sexos, como algunas prefieren llamarla, rescatando la figura de Simone de Beauvoir, querella que ha avivado una guerra de sexos y desembocado en un feminismo furiosamente antimasculino y no por los niveles de desacuerdo, cuanto por la polarización de posturas que constantemente remite al universal “hombre” como causa de todos los males del universal “mujer”.
Lo que es realmente el feminismo
Contra la trampa de hablar en términos generalistas” se ha posicionado la francesa Elizabeth Badinter. Esta filósofa y feminista afirma que, aunque “hay muchas más mujeres que son víctimas de los hombres que al revés […,] también hay verdugos-mujeres y arpías de todo género. En uno y otro caso son minorías que competen a la patología social o psicológica, y no a la realidad de los dos sexos”.
En cualquier caso, y anotado el riesgo de convertir el ideario feminista en un cajón de sastre para toda clase de demandas, aclaro sin halos de misticismo que ese feminismo que desde el revanchismo busca estar presente en todas las esferas, privada y pública, de la sociedad para apropiarse de las instituciones, símbolos y autoridades no afloja, sino aprieta las sirgas del control social. Y esto es peligroso en la medida en que por estos caminos toda ideología pierde su carácter originariamente democrático y emancipador, y acaba adquiriendo tics autoritarios, y eso sin contar con los extraños, por misóginos, compañeros de viaje con los que viene en los últimos decenios aliándose el feminismo occidental, asunto que resulta incomprensible.

El gran tabú: lo que ocurre fuera de Occidente

¿Nos interesa salir de los tópicos de los estereotipos y solucionar los problemas de convivencia o, por el contrario, permanecer fieles a una ideología que usa el santoral femenino como argumento? Incido en esto porque en Occidente ha acampado, y con la intención de quedarse, un feminismo de hechura pacata que, además de ir recortando a bocaditos la libertad de expresión, crea a su paso “neocódigos”.
Hace solo unos días, el Primer Ministro de Canadá Justin Trudeau sorprendía a propios y profanos en la defensa asexuada del término “genteidad (peoplekind) frente a la voz “humanidad” (mankind), sospechosa y rea por encerrar un prefijo escandalosamente viril. Y, en la otra orilla del Atlántico, Irene Montero ha reivindicado el uso de la palabra “portavozapara visibilizar la lucha de las mujeres por la igualdad.
Y mientras nos sumergimos en un esteticismo barroco, sazonado en sudokus lingüísticos, el verdadero problema sigue ahí, silenciado, convertido en tabú, al no dar (nos) cuenta de él. Un ejemplo. Que en países sin estado de derecho a las niñas violadas se les fuerce a contraer matrimonio con sus violadores es un hecho que, además de habitual, resulta ciertamente de injusticia abominablecomo ya escribí.
Que la inseguridad legal y física que sufren las adolescentes en territorios sin apenas tradición garantista habría de servirnos para relacionar algo tan obvio como despotismos y quiebra de los derechos humanos tendría que ser suficiente para convencernos. De lo contrario, ¿cómo explicar este otro secuestro, de 105 muchachas, perpetrado de nuevo por el grupo islamista Boko Haram, célula fundamentalista que aún mantiene secuestradas a 100 estudiantes de la escuela nigeriana de Chibok?
Lo que es realmente el feminismo
Por otra parte, que a mujeres que trabajan como domésticas en países tercermundistas se las trate como cautivas –la nepalí Kanchhi Maya Tamang, víctima del tráfico de blancas en Egipto durante 6 años, ha subido al Everest para conseguir apoyo mediático y denunciar esta forma de esclavitud- debería abrirnos los ojos al calvario que genera la ausencia de derechos democráticos.
Que se aplique el castigo de lapidación a mujeres acusadas falsamente de adulterio, que es lo que le ha sucedido a la joven Shumaila en Pakistán, anula sin duda toda posibilidad de juicio justo. Que por el delito (sic) de infidelidad se encarcele a una mujer durante 11 años constituye, desde otra perspectiva, otro ataque frontal a la libertad. Que 29 mujeres iraníes por no llevar la hiyab (o velo) en señal de protesta sean encarceladas sine die es una muestra más de la debilidad política asignada por prejuicios machistas a grandes segmentos de la población.
Y eso que no cito a los más de 125 millones de niñas y mujeres que a día de hoy han sido mutiladas en 29 países de África y de Oriente Medio, o a los 30 millones de niñas que corren riesgo de sufrir la clitoridectomía, según el informe de UNICEF (p. 122).
Los despotismos deberían llevarnos a la conclusión de que las injusticias e iniquidades se multiplican exponencialmente por mil en ausencia del estado de derecho, algo que para muchos y muchas aún no es evidente. ¡Vivan las tradiciones no occidentales, argumentan esos posmodernos tan censores y fustigadores del estado de derecho! En fin, cegueras ideológicas aparte, no olvido las torturas que han sufrido las yazidíes a manos de los islamistas. La yazidí Fareeda Klalaf fue sometida a los horrores de ISIS y hasta en cuatro ocasiones intentó suicidarse hasta que logró escapar y vivir segura y al amparo del estado de derecho.
Y mientras una pareja de mujeres musulmanas ha contraído matrimonio y solicitado, por temor a perder la vida, asilo político en Inglaterra, la abogada de origen turco Sayran Ates acaba de abrir en Alemania la primera mezquita que acoge a hombres y mujeres, audacia liberal tan inusitada que le ha supuesto llevar una escolta de seis policías por el riesgo de ser asesinada incluso en suelo alemán a manos de integristas islámicos.

Postdata

En los países democráticos también hay grupos y… personas que se colocan fuera de la ley haciendo añicos los derechos individuales. Y no pienso solo en lo que ha sucedido a raíz del escándalo “Weinstein”. Pienso así mismo en cómo bajo determinadas circunstancias se producen abusos de poder, como los que derivan de la extinción de contratos laborales y despido de mujeres embarazadas.
No obstante, y a pesar de los ataques que padece el estado de derecho, el modelo jurídicamente garantista arrostra más ventajas a la hora de atajar desmanes discriminatorios que los modelos no garantistas. Y si esto aún no le convence, atienda al testimonio de la libanesa Joumana Haddad que en Superman es árabe (2014) ha escrito sobre las teorías desastrosas que carcomen los principios democráticos de igualdad.
Las culturas, las religiones, los movimientos de masas… no son el objetivo a proteger. Sí lo son las personas de distinto sexo, clase, creencias o condición cuya libertad e integridad, física y espiritual, tienen que ser salvaguardadas, en un marco igualitario. Y democrático.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear