lunes, 19 de febrero de 2018

La barbaridad de incentivar el ahorro

Juan Manuel López-Zafra analiza la cuestión de las pensiones en España y su futuro, planteando medidas a tomar, en relación a las recientes declaraciones de Rajoy sobre el ahorro. 


Artículo de El Confidencial:

Foto: Ahorro. (EC)Ahorro. (EC)


"Mientras puedas, ahorra para la vejez y la necesidad, porque el sol de la mañana no dura todo el día".
Benjamin Franklin
Hace pocos días, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tuvo la ocurrencia de afirmar que "desde los poderes públicos debemos incentivar que el ahorro piense en el largo plazo. Un ahorro con un horizonte temporal prolongado, que sirva como complemento de la pensión pública”. Las críticas no se han hecho esperar. Cómo se va a incentivar el ahorro desde el poder. Cómo vamos a pensar en un sistema de pensiones alternativo al de reparto, por el cual cada cotizante aporta una cantidad en función de su sueldo para así pagar la pensión del jubilado actual. Recordemos que el actual sistema, defendido en general por todos los partidos, pero de forma muy particular los que se dicen progresistas, es una herencia del franquismo, y en particular de la Falange; y al cabo, fue Pedro González-Bueno, primer ministro de Organización y Acción Sindical (es decir, de Trabajo) del primer Gobierno del caudillo y destacado miembro de Falange, quien ordenó la eliminación del sistema por entonces vigente, el Retiro Obrero.​

Ley de 1 de septiembre de 1939, que sustituye el sistema de capitalización vigente por el de reparto. Obsérvese lo explícito del título, en amarillo.
Ley de 1 de septiembre de 1939, que sustituye el sistema de capitalización vigente por el de reparto. Obsérvese lo explícito del título, en amarillo.
La viabilidad del sistema de reparto provenía de la combinación de una edad de jubilación mayor a la esperanza de vida de la población (a finales de los años treinta, antes del estallido de la Guerra Civil, los españoles esperaban vivir no más de 47 años, mientras que la edad de jubilación estaba fijada en los 65) con una población muy joven y dinámica. El número de hijos por mujer era, antes de la guerra, de alrededor de 3,5, frente a los menos de 1,3 actuales. Desgraciadamente para el sistema y sus pretendidos beneficiarios, esas características ya no se danLa población española envejece, debido a una disminución en el número de hijos por familia y una cada vez mayor longevidad.
En las actuales circunstancias, técnicamente el sistema está quebrado. La tasa de dependencia en España es actualmente de menos de dos personas en edad de trabajar por cada mayor de 65 años. Estos son hoy alrededor de 8,6 millones, y suponen casi uno de cada cinco españoles, mientras que en 2066 se espera que sean más de 14 millones, por encima de uno de cada tres. Hoy en día, un recién nacido puede esperar vivir más de 100 años. Tengamos en cuenta que, durante unos 60.000 años, la esperanza de vida se mantuvo siempre alrededor de los 31 años.
Ello lleva a expertos como José Antonio Herce a hablar del 'greyny boom' frente al conocido 'baby boom' de los sesenta; dado que la esperanza de vida al nacer lleva incrementándose prácticamente de forma lineal a un ritmo de 2,5 meses por año en los últimos 160 años, es fácil entender que esos 2,5 meses de vida extra de los que disfruta cada cohorte con respecto a la anterior (a los 65 años, por ejemplo) equivalen aproximadamente a 100.000 bebés cada año. Así, es también fácil de entender que con edades de jubilación en el entorno de los 65-67 años, los (cada vez más numerosos) jubilados deberán vivir aproximadamente una tercera parte de su vida con los ingresos que les proporcione el Estado (provenientes de las cotizaciones de los —cada vez menos numerosos— trabajadores) y de los ahorros que hayan podido acumular durante su vida. Como señalan numerosos expertos, la edad equivalente a los 65 años de hace un siglo estaría, hoy, alrededor de los 80 años.

Fuente: INE.
Fuente: INE.
Existe un problema fundamental, reconocido por todos los expertos: los actuales planes de pensiones, públicos o privados, basados tanto en aportaciones como en prestaciones definidas, no aguantarán una longevidad de la población a tasas no ya crecientes, como las actuales, sino ni siquiera constantes. En mayo de 2017, el World Economic Forum publicaba un documento de trabajo con el descriptivo título 'Viviremos 100 años. ¿Cómo podemos permitírnoslo?'. En él, se planteaban los que son, hoy por hoy, los principales desafíos para los sistemas de pensiones:
  • Aumento de la esperanza de vida y descenso de la tasa de fertilidad.
  • Falta de facilidades para acceder a una pensión. El 50% de los trabajadores a nivel global trabaja en el 'sector informal' y un 48% de la población en edad de jubilación no percibe pensión alguna.
  • Un entorno de crecimiento económico bajo y pobres retornos para las inversiones.
  • Reducidos niveles de educación financiera.
  • Ratios de ahorro insuficientes.
  • Demasiada responsabilidad recae en las personas para organizar su pensión. “Las personas tienen que ser su propio gestor, actuario y asegurador”, apunta el foro.
Un análisis de Mercer ('Bold ideas for mending the longterm savings gap', 2017) cifra en 70 billones de dólares (trillones anglosajones) la brecha que existía en 2015 en el mundo entre el ahorro para la jubilación y las necesidades financieras de la población jubilada en Australia, Canadá, China, India, Japón, Países Bajos, Reino Unido y Estados Unidos, sumando los tres pilares del sistema de previsión social: el público (denominado primer pilar, y que supone un 75% de esa cifra), el individual (el tercer pilar, y que sería responsable del 24% de esa cantidad) y el empresarial (el segundo pilar, responsable del 1% del déficit anterior). Esta cantidad supone nada menos que 1,5 veces el PIB de los ocho países estudiados, por lo que, de mantenerse, en 2050 alcanzarían los 400 billones de dólares.
Todo lo anterior es conocido desde hace muchos años. Quienes mejor información tienen al respecto son nuestros políticos, que son precisamente los primeros en trasladar las posibles soluciones a quien venga detrás, evitando la responsabilidad asociada a problemas que, siendo de solución complicada y sin duda impopular, crecen cual bola de nieve por el mero transcurso del tiempo. Esas soluciones deben pasar por una revisión de la edad de jubilación, favoreciendo el trabajo a las personas de mayor edad sin penalizarles el cobro de su pensión.
Asimismo, los poderes públicos deben promover el conocimiento individual de la pensión, facilitando una transparencia de la que presumen, pero de la que carecen; como deben también promover y mejorar la educación financiera, de todos, pero especialmente de los jóvenes y de los colectivos más vulnerables. Curiosamente, en el programa de radio vespertino de una conocida periodista, algunos contertulios manifestaron, sin oposición alguna, que la educación financiera en las escuelas respondía a motivaciones ideológicas; este es el país en que nos ha tocado vivir, como deben también comunicar con claridad cuáles son los objetivos y las obligaciones de los anteriormente señalados tres pilares de la previsión social. Por último, es fundamental que desde los estamentos públicos se estimule, y no se entorpezca, el ahorro.
Quizá, pensándolo bien, eso que dijo Rajoy no fue ninguna barbaridad.

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